Gracia y elegancia en magistral concierto de la mezzo Isabel Leonard

* La cantante cautivó a la concurrencia con arias y piezas cubanas e hispanas

RDDP-03.01

Culiacán, Sin., Viernes 27  de Noviembre de 2015

No. 1232

*Presencia subyugante y una voz cautivadora en una noche de poesía

Cantante de avasalladora presencia, de gracia y elegancia indiscutibles y con una preciosa voz de mezzosoprano, Isabel Leonard cautivó a la audiencia de Culiacán  con un programa musical en el que la poesía y los aires españoles pusieron un toque evocativo, en el concierto de gala que ofreció este jueves por la noche en el Teatro Pablo de Villavicencio dentro de la Temporada de Otoño 2015 de la Sociedad Artística Sinaloense y del Instituto Sinaloense de Cultura.

Para su programa, aclamada en su papel de Rosina en El barbero de Sevilla, de Rossini, hace unos meses en el Metropolitan Opera House, de Nueva York, estuvo acompañada al piano por John Arida, y basó su programa en arias de ópera, entre ellas Una voce poco fa, de la citada ópera, que supo interpretar con magistralidad, al final de la segunda parte.

Ataviada con un vestido rojo de gala, hermosa y elegante, graciosa al grado de entablar charlas con el público. y de platicar y reír con él en un español apachurrado pero divertido, la cantante abrió su concierto con el aria Non so piu cosa son, cosa faccio, de La noche de Fígaro, y Vedrai cariño, ambas de Mozart,

Llamaron la atención las Canciones negras, de Xavier Montsalvatge, con una selección de cinco piezas cubanas y que interpretó con su voz rica en matices, luminosa y oscura a la vez, alta y profunda, en temas como Cuba dentro de un piano, Punto de habanera, Chévere, Canción para dormir a un negrito (¡preciosa!) y Canto negro, que destilaban poesía por todos sus poros.

Cerró la primera parte con el aria Verdi prati, de Alcina, de Friedrich Haendel,  y la citada Una voce poco fa, de Rossini.

La segunda mostró su vocación de amor por la música española, con piezas como La Tarara, canción popular española que retoma  Federico García Lorca en un poema; De Espagna vengo, de Pablo Luna; y el aria O mio babino caro (O querido padre mío) de la ópera Gianni Schichi, de Giacomo Puccini.

Retornó a España con La oración de las madres que tienen a sus hijos en brazos, de Manuel de Falla, otra pieza hermosísima de esas que pocas veces se escuchan por estos rumbos, y cantada de tal modo que, aunque sólo captes retazos de las letras, la sola voz y la melodía, te hacen pensar.

Cerró con Siete canciones populares españolas, de Manuel de Falla, con arreglos de Pujol y Llobet: El paño moruno, Seguidilla murciana, Asturiana, Jota, Nana y Pola, cada una de las cuales fueron aplaudidas reciamente por el público,

Tras la larga tanda de aplausos finales ofreció dos encores: Gracia mía (“¿La conocen?... ¿No? ¡Pues la van a conocer!”, y lanzó la carcajada), de Enrique Granados, y Canción para dormir a un niño (“…con la que ustedes se van a casa”, comentó). Y por supuesto, se ganó a la concurrencia que la despidió de pie y con la sensación de estar junto a persona realmente entrañable.

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