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Evocan los 40 años de DIFOCUR- ISIC con altibajos y épocas luminosas

* Sinaloa tiene una deuda pendiente con Sandra Calderón

P - 26 Nov 2015 Mesa Redonda de DIFOCUR a ISIC 40 Años de Cult en Sinaloa 7

RDDP-03.01

Culiacán, Sin., Viernes 27de Noviembre de 2015

No. 1231

* Es la institución con menos burocratismo, dicen

Los 40 años de la Dirección de Investigación y Fomento de Cultura Regional (DIFOCUR), hoy Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC), fueron rememorados durante una mesa redonda con algunos de sus protagonistas, durante una mesa redonda en la que se le evocó como “una institución grande, fuerte, influyente y mucho menos burocrática que cualquier otra dependencia gubernamental”.

En la mesa redonda  40 años de la cultura en Sinaloa, programada dentro de los festejos por el 40 Aniversario de la creación de DIFOCUR -ISIC, participaron  Margarita Vélez, Manuel Acosta, Héctor Chávez, Leonor Quijada y Rodolfo Arriaga, así como el periodista Ulises Cisneros como moderador, y se realizó en el patio del Centro Sinaloa de las Artes, Centenario.                                                                                                               

Al hacer las presentaciones, Ulises Cisneros comentó que uno de los personajes centrales de esta institución son, sin duda, sus trabajadores, y evocó como en septiembre de 1975, en el gobierno de Alfonso G. Calderón, nació DIFOCUR en un Culiacán de 280 mil habitantes, con “una visión cosmopolita y pecados de rancho grande”, por lo que “Sinaloa tiene una deuda pendiente con Sandra Calderón”,  que fue quien impulsó como nadie la creación de esta institución.

Manuel Acosta Román, quien laboró en la institución desde mayo de 1976 y permaneció aun en el sexenio de  Antonio Toledo Corro, recordó que las primeras oficinas de DIFOCUR estuvieron en las instalaciones del DIF en boulevard Zapata,  para trasladarse unos meses después a espaldas del Parque Revolución y, en diciembre de 1980, inaugurarse el Centro Cultural Genaro Estrada, que en su tiempo fue “el mejor centro cultural fuera del Distrito Federal”.

Recordó las tres vertientes en que trabajó Sandra Calderón al frente de la institución: En la Animación cultural, Rescate de culturas indígenas y la Difusión y promoción artística, y recordó a los primeros maestros de los talleres de arte: Danza folclórica y contemporánea, por Héctor Chávez, que era “el consentido de Sandra”; teatro con Óscar Liera; artes plásticas con Miguel Esparza, Darío Salas y Jesús Miranda; en música Sebastián Dionisio Limón, que formó la primera banda de música y enseñó a tocar y a leer papel pautado en dos meses. En Cine Club estaba Óscar Cordero, y en Taller Literario, Renato Prada Oropeza, que venía cada mes durante diez años desde Jalapa.

A su vez Héctor Chávez comentó  que “yo venía por cuatro años y llevo ya aquí casi 40”, y dijo que su relación con la institución fue de “amor a primera vista… llegué en septiembre de 1976 y lo primero que hice fue conocer Sinaloa, y fui a San Miguel Zapotitlán a conocer sus danzas y cantos yoremes”.

Formó dos grupos, uno de danza contemporánea, Ta’Ayilerum (Danzantes del sol), con el que llegó a hacer temporadas de 33 días en el auditorio del PRI, con dos funciones didácticas diarias a niños escolares, básicamente.

Y otro de danza regional, Nanaalai Te, que incorporó a su repertorio danzas de Venado, de Pascola y de Judíos, y con el que creó en 1978 la coreografía La fiesta de la taspana, “obra que ha persistido en el querer de los grupos de la localidad y en la que apliqué todo lo que sabía de danza contemporánea”. Recordó que, para La fiesta de la taspana,  el maestro Manuel “El Chino” Flores seleccionó la música e hizo los arreglos.

Luego, el 8 de diciembre de 1980 se inauguró el Centro Cultural Genaro Estrada que, a decir de Cisneros, “cayó como una piedra en el estanque de Sinaloa, en tiempos en que la Universidad Autónoma de Sinaloa  era, desde el siglo 19, la encargada de la animación cultural  en el estado”.

Margarita Vélez evocó la época durante el sexenio de Toledo Corro, con Lourdes Toledo en la presidencia de la junta directiva y ella en la subdirección,  y reconoció que fue un sexenio con poco presupuesto; sin embargo, se dejaron obras que han persistido como son la Escuela Vocacional de Artes de Los Mochis, la Escuela de Iniciación Artística que después sería la Escuela José Limón, los centros culturales de Escuinapa y de El Rosario, entre otras, además de que gestionó la reapertura del Parque Constitución, que tenía 8 años cerrado.

Otras de las etapas mejor evocadas fue la de Francisco Labastida Ochoa y de su esposa María Teresa Uriarte, recordado por varios de los presentes,  como “una explosión dentro de las artes y un parte aguas en la cultura de Sinaloa”.

Leonor Quijada, a su turno, quien llegó a DIFOCUR en 1991 para ocupar la jefatura de Relaciones Públicas,  con José Luis Montaño en la dirección, recordó  cuatro momentos importantes en su relación personal con la dependencia: La de los Labastida, buscando cuartos de hotel para los artistas que nutrían al Festival Cultural Sinaloa, su acercamiento a Agustín Coppel en busca de apoyos y que fue la semilla de lo que hoy es la Sociedad Artística Sinaloense, creada en 1999; la formación de la Orquesta Sinfónica en el año 2001,  y otra vez la SAS como un ejemplo de la sociedad civil participando en la cultura.

Rodolfo Arriaga, quien fue director de programación al nacer el ISIC,  reconoció el papel de DIFOCUR en la promoción de arte y cultura durante estos 40 años, pero evocó además los conflictos de un sector de artistas como Óscar Liera con la institución, ya desde los 70, cuando Liera dejó de dirigir el taller de teatro cuando Sandra Calderón le exigió quitar “palabras altisonantes” del montaje de una obra de Carballido.

El protagonismo entre DIFOCUR y la UAS se manifestó en desencuentros en varios momentos de los 80 y aun a inicios de los 90, se recordó durante la reunión.  Magui Vélez apenas la esbozó en su participación, mientras que Cisneros comentó que había una competencia “entre Oriente y Occidente” (al modo de la Guerra Fría), representada por DIFOCUR, al oriente del centro histórico de Culiacán, y el Edificio Central de la UAS, al occidente.

Sin embargo, permeó la opinión general de que ha habido altos y bajos en la vida de la institución y que su pertinencia ha quedado plenamente demostrada. Incluso, Cisneros recordó que “hubo un momento en que se pensó cerrar la institución”, y fue durante la crisis del 95 por el error de diciembre, durante el sexenio de Renato Vega Alvarado, cuando se le redujo su presupuesto al mínimo. Sin embargo, J. Antonio Malacón y Gerónimo Martínez convencieron al gobernante de que cerrarla “sería un error histórico”, y se optó para llamar a Juan Ramón Manjarrez, único capaz de dirigir a la institución en época de crisis, con un programa modesto, pero digno.

Se recordó la época de Ronaldo González, época en que la institución alcanzó un liderazgo regional e incluso nacional, y de Sergio Jacobo, cuando la Dirección se convirtió en Instituto.

Al final del evento, María Luisa Miranda Monrreal, directora general del ISIC, entregó reconocimientos a los participantes.

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