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Al sureste de Guasave se encuentran los restos de la misión inconclusa de San Ignacio Nio, hoy Pueblo Viejo; en ella se advierte un desventuroso pasaje de la historia de la arquitectura jesuita en la región.  De acuerdo con las noticias de la visita realizada en 1760, por Don Pedro Tamarón y Romeral; en Nio "se comenzó la iglesia de tres naves, toda de ladrillo y bóvedas con dos capillas, y estando levantadas las paredes y arquerías y cerradas tres bóvedas y dos medias naranjas en las capillas, creció tan espantosamente el río que, dañando los cimientos, hizo falsear toda la obra, viniéndose al suelo las bóvedas, desplomándose las paredes, a excepción de las que forman las capillas que hasta hoy subsisten con sus medias naranjas.  Por esto y haber continuado los aluviones, se está mudando a el pueblo a paraje más alto, y allí en nueva iglesia se comienzan aprovechar los materiales de la arruinada". El templo edificado en la antigua misión de Nio Viejo se fabricó enteramente de ladrillo, con juntas de argamasa hecha de cal, arena y pedacería de conchas de ostión. Consiguiendo el mismo concepto funcional que resolvió el esquema de la misión de Mochicahui; diseñado también con tres naves y un presbiterio estrechado a la dimensión que guardaba la nave central. Sobresalen además las dos capillas construidas junto a las naves laterales y adyacentes al presbiterio. De ellas sólo una conserva la bóveda de media naranja señalada por Tamarón.

            En Nio Viejo se concibió una planta arquitectónica bajo el mismo concepto espacial observado en Mochicahui, aunque aquí se advierte en el esquema formal de las fachadas de las capillas, una probable intención barroca, donde tal vez se mostrarían unas portadas interiores, siguiendo un claro esquema constituido por nichos, veneras, un luneto de remate y una clave de resalte en el arco de medio punto. Todo con un probable acabado final en argamasa.  

            El lenguaje del barroco que caracteriza la arquitectura religiosa del siglo XVIII, definida como "dieciochesco sinaloense", es una variante de la modalidad del barroco purista, donde las proporciones de las jambas se tornan un tanto achaparrados, aunque en el mayor de los casos, jamás dejan de ser estriados. La sobriedad es su signo estilístico, donde la decoración es exclusiva para los enmarque en los vanos; el ornato es rico únicamente en la clave de los arcos, generalmente se logra con elementos de la iconografía mariana, ya sea en tácitas imágenes, anagramas o motivos florales. Esta modalidad es evidente en las últimas edificaciones construidas por los jesuitas, así como en los templos parroquiales influenciados por éstas. Así, Nio, Sinaloa o Capirato son muestra de tal tipología formal.