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En una de las fundaciones novohispanas establecidas hacia la segunda mitad del siglo XVII por Francisco de Ibarra, el antiguo Real de Minas de Copala, se ubica el templo dedicado a San José.  Frente a un reducido jardín público, dispuesto sobre una de las laderas que conforman el sitio, irrumpe entre la espesura de la serranía el inmueble construido con el recurso económico del marqués de Pánuco, Francisco Xavier Vizcarra.

Por otra parte Don Pedro Tamarón y Romeral, obispo de la diócesis de Durango, en su visita realizada hacia 1767, se encontró con que el inmueble se encontraba en pleno proceso de construcción, y sólo se oficiaban misas de manera provisional en la sacristía que estaba ya techada por una bóveda de cañón corrido.

Construido de cal y canto, este templo presenta un frontispicio ricamente ornamentado con motivos geométricos y vegetales, inscrito dentro de la modalidad del barroco neóstilo.

La portada principal se estructura mediante dos cuerpos separados por un entablamento, y tres calles delimitadas con soportes de fuste distintamente tratados.  En el primer cuerpo, la puerta de acceso tiene un cerramiento de arco de medio punto, con un dovelado que estuvo profusamente decorado, suplido en décadas recientes por un agregado de concreto armado, que altera seriamente el orden original en la totalidad del  inmueble. Algunas de las piezas originales: dovelas e inclusive la clave, se encuentra en un rincón del sotocoro. La clave resulta en un interesante diseño, ya que el elemento iconográfico central, refiere a una pareja, que a decir por el par de anagramas que correspondientemente aparecen bajo cada una de las imagen, sugiere la representación de José y María, y no a la interpretación del marqués de Panuco y su esposa, como lo dice la tradición oral del pueblo de Copala.

Dos sucesiones de pilastras y columnas adosadas, se prolongan a través de los cuerpos de la fachada. Acentuando las líneas de composición arquitectónica, enmarcan una serie vertical de tres nichos vacíos en cada una de las calles adyacentes al acceso principal. Flanqueando este acceso, en el cuerpo bajo aparece una sobreposición de pilastras, donde los fustes de los apoyos interiores son cajeados, mientras que los del exterior son medias muestras sensiblemente estriadas.  En cada intercolumnio se exhiben dos nichos vacíos, uno encima del otro, cada cual con su respectiva venera y  una peana como base.

El segundo cuerpo es más rico en la decoración vegetal. Las pilastras que estructuran las calles, aquí se enriquecen con foliaciones, que concluyen en un capitel que evoca el orden corintio, donde se mezclan volutas, hojarascas y una figura humana.

En la calle central, la ventana coral llama la atención por su cerramiento, resuelto por un arco mixtilíneo que en el trazo cenital, termina en una forma conopial. Justo sobre su ápice y perpendicular al paramento, surge del muro la figura de un personaje civil, cubierto con bombín, y apoyando sus brazos a la cintura. Enmarcando ventana y talla, unas pilastras adosadas con ornamentación geométrica se extienden también sobre la superficie del paramento. 

La singular efigie del personaje que aparece sobre la ventana coral, también representa probablemente a Francisco Xavier Vizcarra, marqués de Pánuco. Hierático, mira hacia abajo, al umbral del acceso principal, donde con esta singular disposición, ha dado por resultado una diversidad en creaciones de la ficción popular, mismas que la tradición oral de Copala ha mantenido. Las historias van desde la que afirma que este personaje escupirá a quien entre al templo sin haberse confesado, o las que dicen que hará lo mismo con el varón que acceda con sombrero, o novia que no llegue doncella a las puertas de la iglesia el día de su boda.

De hecho este peculiar evento sucede por el fenómeno, primero de la humedad que sube por capilaridad por la cantería del muro, y que posteriormente, por precipitación la humedad excesiva se filtra desde esta supina escultura.

El campanario se resolvió en dos niveles; el primero con dos vanos para las campanas; con arcos de medio punto sostenidos por jambas enriquecidas con zigzagueantes estrías horizontalmente dispuestas, tratamiento que se repite en el dovelado de cada arco. Una serie de columnas adosadas, delimitan a modo de calles cada vano, expresando una robustez mayor los apoyos que aparecen en las esquinas. Con capiteles ricamente ornamentados por formas vegetales y veneras, sobre éstos, se apoya un entablamento decorado con una serie de festones alargados a modo de pequeños arcos ciegos, con una masiva cornisa que en resaltos repite la redondez de las columnas. El segundo cuerpo está resuelto de la misma manera que el primero, con una diferencia consistente en la presencia de sólo un vano por cada costado. El remate de la torre es un chapitel cónico, adornado con pináculos en las esquinas.

En la base de la torre, a la altura del coro, se abre una ventana que exhiben dos singulares mascarones, representando a distintos personajes civiles de peinado y bigotes ensortijados. Uno se localiza en bajorrelieve sobre la clave del dintel, en tanto que el otro aparece bajo la decoración que descuelga desde el alféizar por el antepecho.  Del lado contrario a la torre, la fachada se delimita por el cuerpo de la escalera de caracol, sobre el que encuentra la imagen de San José como remate.

Las portadas laterales se muestran bajo un esquema básico de elementos, donde dos pilastras superpuestas con fustes doblemente cajeados, se complementan con un entablamento decorado por figuras vegetales, formando una especie de alfiz, el cual encierra las enjutas completamente lisas, y al arco de medio punto que es sostenido por pilastras de fuste también doblemente cajeados. La clave del arco se destaca por una ingeniosa figura de expresión popular que representa un rostro rodeado de diversas formas ondulantes. En la fachada lateral que mira hacia el sur, junto al arco de medio punto del acceso lateral, se muestra labrado el rostro de un diablo, seriamente deteriorado,  tal vez por la tradición popular de apedrearlo de vez en vez. 

En el paramento exterior del muro testero, se conservan incrustadas algunas piezas de cerámica, probablemente talavera poblana, o tal vez, hasta pudieran ser vestigios de loza china. Platos, unos completos y otros con partes faltantes en los que predomina la decoración azul sobre fondo blanco, que a modo de vértice delinean la expresión Ave María.

El interior de la nave se cubrió por una bóveda de cañón corrido, cuya directriz discurre en una sección descrita por un arco de medio punto, reforzada por arcos torales que se apoyan sobre pilastras adosadas, con una imposta  que se prolongan a lo largo de la nave, conformando una cornisa. En correspondencia a cada pilastra, en el exterior aparecen contrafuertes de sección rectangular, rematados en la parte superior mediante una serie de gárgolas. Otros aspectos interesantes por destacar de entre diversos elementos ornamentales de los adentros del templo, son; la representación de un ave en la clave del arco del sotocoro, además del retablo de madera ubicado en el presbiterio. El pájaro caracterizado de bulto, corresponde a un pelicano que, arqueando su cuello posa el extremo del pico sobre el plumón del pecho, en tanto que el retablo, corresponde a una interesante pieza de madera labrada y pintada, expresando un señero lenguaje barroco donde el estípite se distingue por su prestancia.