Impresiona la OSSLA con La Coronela, de Revueltas y obra mexicanista

Culiacán, Sin., Sábado 22   de Noviembre de 2014

No. 1270

 

Dirige Enrique Barrios y Laura Hauer al piano, es aplaudida al tocar el vals Capricho de Ricardo Castro

Todo un programa dedicado a celebrar la música mexicana de concierto fue el que ofreció la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes la noche del viernes en el Teatro Pablo de Villavicencio del Instituto Sinaloense, donde la pieza clave fue la dos veces perdida, rescatada y rehecha, La coronela (1940), de Silvestre Revueltas (1899-1940).

Además, el concierto tuvo momentos emotivos como la participación de la estadunidense Laura Hauer, violinista de la Orquesta, quien fue invitada por primera vez como solista al piano para interpretar con verdadero virtuosismo el vals Capricho (1891), para piano y orquesta, única obra que le sobrevive al compositor de la etapa porfirista Ricardo Castro (1864-1907).

La magistral interpretación le ganó a Hauer  los nutridos aplausos y bravos, que la obligaron a volver dos veces al escenario y conceder un encore, el Epílogo, de la pieza Escenas románticas, de Enrique Granados.

Lo anterior, dentro de la Temporada de Otoño 2014 de la OSSLA, que incluyó en este viaje (y viraje) por más de 50 años de música de concierto mexicana, desde el afrancesamiento de la Bella Época porfirista al nacionalismo musical mexicano postrevolucionario.

El programa abrió con el célebre Intermezzo (1930) de Manuel María Ponce (1882-1948), una pieza conocidísima  y que fue interpretada en versión para orquesta, aunque originalmente es para piano.

Completó el programa la pieza Tierra de temporal (1947), de José Pablo Moncayo (1912-1958), una pieza en la que ya el nuevo lenguaje mexicanista se hace presente.

El programa cerró con la pieza La Coronela, de Revueltas, con cuatro episodios en los que el autor pinta con lenguaje musical, el origen y estallido de la Revolución Mexicana, basándose en diversos grabados y calaveras de José Guadalupe Posadas, incluida La Catrina.

La obra póstuma de Revueltas, inacabada y dos veces extraviada y rehecha en su versión orquestal y con una cuarta parte que no es suya, impresiona en sus dos primeros movimientos: Los privilegiados (Las tres damitas, la levita y el sorbete, el espejo); y Los desheredados (El peón, los rurales); en las que pone frente a frente, con sonidos disonantes y graves, a las dos clases sociales que se enfrentarán en los albores del siglo 20.

Más divertidas y accesibles fueron el tercer movimiento, La pesadilla de don Ferrulo (El ambigú, la coronela), en los que los ricos celebran la paz porfiriana al son de los valses, mientras por lo bajo esa tranquilidad es rota a pedradas con las primeras protestas. Y el cuarto movimiento, marcado por un llamado militar de trompeta, se titula El juicio final ( La lucha, los caídos, los liberados), un estrépito de marchas militares donde prevalecen las percusiones y las trompetas. Muy impresionante.

Los aplausos para los miembros de la Orquesta y para su director invitado, el maestro Enrique Barrios, fueron unánimes y nutridos, de pie.

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