De los bienes muebles del periodo novohispano en Sinaloa.

El barroco se fortaleció como lenguaje de la cultura virreinal en la Nueva España durante el siglo XVIII, tanto que su expresión en el mobiliario y otros objetos de arte menor, fue rica y muy variada. En Sinaloa, el mobiliario barroco debió haber sido también prodigioso. Las antiguas misiones y los templos esparcidos por su prolongado territorio, fueron ricos reservorios de muestras de este tipo de bienes muebles, aunque por la naturaleza de los materiales con que se fabricaron, en su mayoría madera, tela y cuero, fueron relativamente pocos los ejemplos de mobiliario barroco que llegaron hasta nuestros días. Una referencia histórica importante e interesante, es la que aparece en las memorias del obispo Don Pedro Tamarón y Romeral, sobre las dos visitas pastorales que realizó por la región. Al referirse al antiguo templo parroquial de la otrora Villa de Culiacán, quedo tan impresionado al tener frente de sí el púlpito, durante su visita realizada entre 1759 y 1768, reconociendo que este púlpito era tan bueno que no lo hay igual desde Durango y quizá ni allí,  mismo que pudo haber desaparecido con la demolición del edificio, durante la segunda mitad del siglo XIX, tras la terminación de la obra del actual templo catedralicio. Aunque no lo describe, por la aseveración implícita en su discurso es deducible la magnificencia de este mueble.  De los escasos ejemplos de muebles barrocos que han alcanzado a llegar hasta nuestra época, indiscutiblemente los retablos son los elementos que se distinguen tanto por su riqueza formal, como por su expresividad; que por su naturaleza son concebidos como parte del mobiliario de un templo, debido a su importancia, estos ya han sido tratados en otro apartado, que para ello se ha considerado. Por lo que respecta al mobiliario novohispano de trazas barrocas, que en Sinaloa todavía perduran, se hace referencia a piezas que se encuentran en Mocorito, El Fuerte y Concordia.