Enciende Dhoad con sus cantos y danzas gitanas de Rajasthán, India

Festival Cultural Sinaloa 2016

p - 20 OCT FCS 2016  Dhoad 54

RDDP-03.01

Culiacán, Sin.,  Domingo 23  de Octubre de 2016

Comunicado No. 1111

* De principio a fin, entusiasmaron al público que llenó el TPV, los aplaudió, vitoreó, coreó y adoró

Un espectáculo recalcitrante de principio a fin, desde los primeros aplausos intensos a las postreras ovaciones intensas; el grupo Dhoad, Gitanos de Rajasthán supo cómo cautivar a la multitud que abarrotó al Teatro Pablo de Villavicencio para admirar las danzas, música y cantos de esa región del norte de la India, de donde se dice proceden los gitanos del mundo, y por algunos rasgos que mostraron como carta de naturalidad, no hay dudas.

Dhoad, Gitanos de Rajasthán  se presentó con gran éxito tanto en Los Mochis el viernes como en Culiacán el sábado, en el marco del Festival Cultural Sinaloa 2016, que organiza el Gobierno del Sinaloa, a través del Instituto Sinaloense de Cultura, con el gran apoyo de la Secretaría de Cultura.

El programa de mano lo dijo con claridad y no erró en una sola letra: “Un hipnótico y fabuloso espectáculo de la tierra de los Maharajás”. El público empezó palmeando y salió palmeando durante la poco más de una hora que duró. Siete músicos, una bailarina y un faquir que conectaron desde el primer momento y no dejaron de fascinar ni cuando se despidieron.

Más de mil conciertos a lo largo de 80 países por todo el mundo en los últimos doce años, algunos ante el presidente de India en Jaipur, el presidente francés François Hollande, la Reina Isabel II en los festejos del jubileo de diamante en Londres y en concierto privado para el rockero clásico Mick Jagger.

“En India hay miles de religiones, pero nosotros hemos decidido tener nuestra propia religión: ¡La música!”, dijo en cierto momento uno de ellos, en inglés, y mediante traductor. “Si esta religión reinara en todo mundo, habría menos guerras y menos problemas”, agregó, entre los aplausos de aprobación.

Fundado por Rahis Bharti e integrado por algunos de sus hijos, el espectáculo abrió con un solo de tamborcillos que desde los primeros arrebatadores sonidos despertaron el entusiasmo. Luego entraron dos músicos más con una especie de castañuelas rectangulares, que hicieron palmear al público con vital entusiasmo, y al terminar se sumaron a los tamboreros, uno con el harmonio –una especie acordeón de suelo y rectangular- y con la voz.

Cantaron varios de ellos (entre ellos, su director) música que se transmite de generación en generación. Eran cantos en los que se nota claramente el estilo del cante jondo, danzas por una sola bailarina vestida con una ropa de colores llamativos, vistosa, y que también evoca  a las danzas gitanas en las que, siglos después y pese a todas las variaciones, denotan los lazos de sangre.

Y entra el faquir…Hace suertes con un cántaro lleno de agua en la cabeza, luego con un vaso entre la cabeza y el cántaro; luego dos, luego cuatro, mientras baila guardando el equilibrio y agradece al mayor de sus compañeros, el maestro Rahis Bharti. Y baila sobre el filo de varios sables empotrados en unos maderos, y luego sobre una tabla con clavos, y la gente ruge porque no demuestra dolor ni lesiones, y al final, enciende dos antorchas y se toca el torso con la llama y las apaga en su boca. Y luego arroja fuego.

Y siguen los cantos, y retumban los tambores y todos los instrumentos (tablas, castañuelas, harmonio, flautas pungi y dholak)  y la bailarina enciende con sus movimientos y el que sabe hablar inglés y masticar un poco de español sigue conectando con quienes le inteligen al inglés y lo festinan, y con lo que entienden el apachurrado español y lo acomodan y comprenden y también celebran con risas o aplausos.

¡Una gran noche! ¡Una gran fiesta, un teatro lleno, una magnífica noche, sino de reyes, sí de maharajás!

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